Un estudio sobre los nombres en las Escrituras es instructivo e inspiracional. Los nombres en la Biblia tienen significados que son obvios en el lenguaje bíblico pero no en inglés. En tiempos bíblicos, un nombre era mucho más que solo un medio para distinguir a una persona de la otra. En ese entonces, la mayoría de las personas comprendían el significado de un nombre. Ellos creían que el nombre identificaba algo especial de la persona. Consideraban que el nombre representaba la naturaleza de la persona, sus circunstancias y/o su carácter.
Por ejemplo, el nombre Nabal significa “necio”; Nabal, el hombre, era un necio (1 Samuel 25:25). Abram significa “padre,” pero Dios cambió su nombre a Abraham, que significa “el padre de una multitud” (Génesis 17:5), al cumplirse la promesa de Dios de que haría que su descendencia fuera como las estrellas de los cielos (15:5). A Moisés se le dio ese nombre por haber sido sacado del Río Nilo: “Ella le puso el nombre Moisés [“sacado”], diciendo, ‘de las aguas lo saqué’” (Éxodo 2:10). El nombre de Jacob, que significa “engañador,” fue cambiado a Israel “porque has luchado con Dios y los hombres y has vencido” (Génesis 27:36a; 32:28).
El nombre de Dios
En el texto hebreo del Antiguo Testamento, el nombre de Dios aparece como YHWH. Estas cuatro consonantes se les conoce como el tetragramatón, y pudiera haber sido pronunciado “Yahwé.” Los judíos no pronunciaban YHWH porque lo consideraban demasiado sagrado y no querían correr el riesgo de profanarlo. Cada vez que leían las Escrituras y aparecía el nombre YHWH, lo sustituían por Adonai, que significa “Señor,” o Elohim, que significa “Dios,” dependiendo del contexto.
La Septuaginta, una traducción griega pre-cristiana de las Escrituras hebreas, tradujo YHWH como kurios, que significa “Señor.” La mayoría de las versiones de la Biblia en inglés traducen el nombre YHWH como “Señor” (todas mayúsculas) para distinguirlo como el nombre personal de Dios. Traducen la palabra hebrea adonai o la palabra griega kurios como “Señor” (con la primera letra en mayúscula). Traducen Elohim como theos en griego.
Algunas versiones de la Biblia en inglés usan Jehová (un error de transcripción del siglo dieciséis que combinó las consonantes de YHWH con las vocales de Adonai) en lugar de “Señor.”
Nombres sagrados
Algunos seguidores de Dios y Jesucristo enseñan que para referirse a Dios se debería hacer por su nombre hebreo, Yahwé, o un equivalente. Esta práctica es conocida como el uso de nombres sagrados o “nombres santos,” basados en textos como “Yo soy el Señor; ¡ese es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos” (Isaías 42:8). La mayoría de las personas que usan los nombres sagrados se refieren a Dios como Elohim, al Señor como Yahwé o Adonai, a Jesús como Yahshua o Yeshúa, y a Cristo como Mesías.
La importancia atribuída a esta enseñanza varía. Algunos insisten que la salvación viene solamente al invocar los nombres hebreos (nombres sagrados) de la Divinidad y evitando el uso de nombres o títulos incorrectos que consideran paganos. Creen que referirse a Dios como “Señor” o “Dios” es idolatría, y que uno puede invocar a Dios apropiadamente solamente al pronunciar su nombre en hebreo. Otros menos dogmáticos acerca de esta enseñanza simplemente prefieren hablar de, o a Dios el Padre y a Jesucristo por sus nombres hebreos y títulos, sin atribuír méritos salvíficos a esta práctica.
Algunos defensores de los nombres sagrados erróneamente han enseñado que el nombre Jesús proviene del dios griego Zeus. Al contrario, Jesús proviene del nombre griego Joshua (hebreo: Yeshua, la forma corta de Yehoshua) y significa “el Señor salva” (Mateo 1:21).
Nuestro objetivo aquí es examinar la enseñanza de los nombres sagrados de las Escrituras. ¿El argumento del uso exclusivo de nombres hebreos para la Deidad de ambos, Padre e Hijo, tiene base bíblica?
Yahweh
El nombre hebreo Yahweh es la referencia más común del Antiguo Testamento para Dios, apareciendo ahí más de 6,800 veces. Aunque no es el nombre exclusivo para Dios el Padre, todavía puede ser considerado como su principal nombre personal. La Biblia no da una definición para Yahweh Dios, pero sus atributos se muestran en todas sus páginas: espíritu, eternidad, inmutabilidad, sabiduría, santidad, justicia, benignidad, bondad y verdad. Cada uno de estos atributos añade al significado total de YHWH.
Yahweh se deriva de dos tiempos del verbo hebreo havah — “ser,” que significa simple y profundamente “Uno que es lo que Él es.” Dios explicó a Moisés que su nombre significa “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14). Aquí en la zarza ardiente, Dios se reveló a sí mismo por nombre, instruyendo a Moisés que informara a Israel quien lo había comisionado para sacarlos de la esclavitud egipcia. Por lo tanto, el nombre Yahweh, nos habla del Ser Divino quien es absolutamente auto-existente, aquel que por sí mismo posee vida esencial y existencia permanente.
El nombre de Dios Yahweh es rico en significado. Esto queda claro cuando Dios se revela a sí mismo cuando pasó delante de Moisés y proclamó: “¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios misericordioso y clemente! ¡Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad! ¡Es misericordioso por mil generaciones! ¡Perdona la maldad, la rebelión y el pecado, pero de ningún modo declara inocente al malvado! (34:6, 7a). El verdadero significado de este glorioso despliegue de la Deidad no se muestra solamente en el uso de Yahweh como un nombre escrito o hablado, sino más bien en lo que ese nombre representa: El carácter de Dios.
El salmista habla de la importancia de conocer el virtuoso carácter de Dios: “En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, proteges a los que te buscan” (Salmos 9:10). David no está diciendo aquí que aquellos que invocan a Dios como Yahweh confiarán en él. Lo que está diciendo es que aquellos que saben lo que su nombre representa — compasión, paciencia, amor, perdón — pondrán su confianza en él. Él ilustra esto en los siguientes textos:
Pero tú, Señor [Adonai], eres un Dios [Elohim] compasivo y clemente, lento para la ira, pero grande en misericordia y verdad (Salmos 86:15).
Bendice, alma mía al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. . . El Señor es misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia. . . no nos ha tratado como merece nuestra maldad, ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados. Tan alta como los cielos sobre la tierra, es su misericordia con los que le honran. Tan lejos como está el oriente del occidente, alejó de nosotros nuestras rebeliones (103:2, 8, 10-12).
Es la naturaleza misericordiosa de Dios, no solamente su nombre, lo que infunde fe y es digno de nuestra confianza. Esta verdad la confirma 1 Juan 4:19: “Nosotros lo amamos a él [Dios], porque él nos amó primero.” Es el carácter amoroso y misericordioso del Señor, y no su nombre, lo que motiva a hombres y mujeres a comprometer sus vidas en obediencia y servicio a él.
Los nombres reflejan experiencias
Las Escrituras revelan que al Dios de la creación y el diluvio, de Abraham, Isaac, Jacob, y Moisés, se le conocía y se dirigían a él por más de un nombre o título. En el primer capítulo de Génesis, se hace alusión a él con el título de Dios, o Elohim. En el siguiente capítulo, el nombre Señor, o Yahweh, aparece varias veces, y siempre junto con Dios: Él es el Señor Dios — Yahweh nuestro Elohim (2:4-9, 15-21). En Génesis 17:1, 2, el Señor Dios apareció a Abraham y se presentó a sí mismo de nuevo como Dios Todopoderoso, o, El Shaddai. Por todo el primer libro de la Biblia, los patriarcas de Israel “invocaron el nombre del SEÑOR” (4:26) en sus varias formas como el Dios que los llamó y los bendijo de acuerdo a su promesa (12:7, 8; 27:27-29; 28:20-22; 35:11).
Además, las Escrituras nos enseñan consistentemente que es más importante confiar en la persona de Dios, como se reveló en su Palabra, que insistir en llamarle Yahweh o cualquier otro de sus nombres y títulos. Podemos ver esto en Éxodo 3:13-15, en donde se le dijo a Moisés que identificara la fuente de sus instrucciones a los Israelitas como “YO SOY” — una forma de Yahweh — el Señor Dios de sus antepasados: “A los hijos de Israel tu les dirás: ‘YO SOY me ha enviado a ustedes” (v. 14b).
Algunos han visto un problema textual con Éxodo 3:13-15 y “Éxodo 6:2, 3, en donde Dios le dijo a Moisés, “Yo soy el Señor [Yahweh]. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso [El-Shaddai], pero por mi nombre el Señor [Yahweh] no me di a conocer a ellos” — cuando de hecho, el nombre Yahweh era usado al principio y muy seguido en Génesis, como lo hemos visto. La explicación a este rompecabezas está en la forma en que Dios se identificaba a sí mismo a los patriarcas, y en la forma en que experimentaban su presencia. Lo experimentaron como un Dios de Fortaleza y poder — El-Shaddai — en lugar del nombre de pacto Yahweh. Dios reveló el significado completo de su nombre de pacto no a los patriarcas sino a Israel en su experiencia del Éxodo. Moisés y la nación de Israel observaron y experimentaron las poderosas demostraciones de “YO SOY” (Yahweh) en maneras que los patriarcas nunca vieron: librándolos de la esclavitud egipcia hacia la Tierra Prometida. Como Dios no se había revelado completamente a sí mismo como Yahweh en todo lo que ese nombre representaba, no se esperaba que Abraham, Isaac y Jacob lo invocaran usando ese nombre. En lugar de eso, ellos “invocaban el nombre del Señor” (Génesis 12:8) que era el nombre más familiar para ellos: El-Shaddai, o Dios Todopoderoso.
Visto de esta manera, entendemos que aprender el nombre de Yahweh no es suficiente en sí mismo. Tenemos la libertad de invocarlo por el nombre o título inspirado por nuestro entendimiento y experiencia con él, como lo hicieron los patriarcas. Es más importante conocer y confiar en el carácter inmutable del Dios asociado con su nombre que confiar en cualquiera de los conocidos nombres sagrados. La revelación de la persona de Dios y aceptarlo con toda nuestra alma sobrepasa en gran manera la importancia de conocer y pronunciar su nombre hebreo.
Lecciones del Nuevo Testamento
Una de las grandes promesas del evangelio, ratificado por la sangre de Jesús, es la más grande revelación de Yahweh. Jeremías 31:34 predijo que bajo el nuevo pacto, Dios se daría a conocer universalmente: Nadie volverá a enseñar a su prójimo ni a su hermano, ni le dirá: ”Conoce al Señor”, porque todos ellos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán. . . . Después, Hebreos 8:7-13 menciona la profecía de Jeremías como ya cumplida en Cristo.
¡Jesucristo dio a conocer al Padre! El Padre era desconocido en su mayoría hasta que fue revelado por su Hijo (ver Mateo 11:27; Lucas 10:22). La oración de Jesús por sus discípulos dio testimonio de que Jesús había revelado al Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. . . . He manifestado tu nombre a aquellos que del mundo me diste” (Juan 17:3, 6).
También notamos aquí que Jesús reveló a Dios como Padre, no como Yahweh, Elohim, o Adonai.
Jesús siempre se refería a Dios como Padre: “Yo y el Padre somos uno” (10:30). Una de las formas en que Jesús dio a conocer al Padre fue en la oración modelo que enseñó a sus discípulos: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9).
En Getsemaní, Jesús oró al Padre, llamándolo “Abba, Padre” (Marcos 14:36). Pablo nos dijo que nos hemos convertido en los hijos adoptados de Dios por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros, para que nosotros también lo invoquemos como “Abba, Padre” (Romanos 8:15; Gálatas 4:6). Estamos libres del espíritu de temor para que podamos invocar a Dios en términos familiares, de la misma forma en que llamaríamos a nuestro padre terrenal “Papito.” Abba es una palabra aramea familiar para padre. Fue usada por Jesús y ahora se recomienda a los creyentes como una forma personal para dirigirnos a nuestro Padre celestial, indicando nuestra familiar intimidad en Cristo.
A pesar de nuestro privilegio de acercarnos a Dios en términos familiares, se nos instruye, “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano . . .” (Éxodo 20:7). Jesús nos ensenó a reverenciar el nombre de Dios: “santificado sea tu nombre . . .” (Mateo 6:9).
La atracción universal del evangelio
El Día de Pentecostés, registrado en Hechos 2, introdujo un dramático cambio en la relación del creyente con Dios. Por medio del derramamiento del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo hacen su morada con los creyentes (Juan 14:23). La gloriosa manifestación del Espíritu en Pentecostés atrajo la atención de una diversa multitud internacional reunida ese día en Jerusalén. El verso 11 nos dice como la atracción del evangelio se hizo universal: “¡Y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!”
A medida que los apóstoles comunicaban milagrosamente el evangelio de Cristo en la lengua nativa de personas de muchas naciones, la Palabra de Dios se liberó de los lazos exclusivos con el idioma hebreo, el arameo, el griego o cualquier lengua en particular. Ahora ya no es necesario acercarse a Dios con un nombre en particular que pudiera ser desconocido o carente de significado para el adorador.
Dios es accesible a los creyentes de todas las tribus y lenguas como Padre amoroso. ¡Tal accesibilidad trasciende el lenguaje!
La confirmación de que la intención de Dios de salvar a gente de todas las nacionalidades y lenguas, dentro de sus contextos nativos, se vió en la experiencia de Pedro con Cornelio, el centurion romano. Por medio de una visión, Dios le dijo a Pedro que abandonara su prejuicio contra los gentiles y dejara de llamarlos “impuros” (Hechos 10:1—11:18). Más tarde, Pedro recordó su experiencia con Cornelio:
“Queridos hermanos, ustedes saben que hace algún tiempo Dios determinó que yo mismo proclamara a los no judíos el mensaje del evangelio, para que creyeran. Y Dios, que conoce los corazones, los confirmó y les dio el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Dios no hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus corazones. Entonces, ¿por qué ponen a prueba a Dios, al imponer sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Lo que creemos es que, por la bondad del Señor Jesús, seremos salvos lo mismo que ellos” (Hechos 15:7-11).
Lo que sobresale en el argumento de Pedro, es que por la fe, la salvación está universalmente disponible, no por las obras de conocer un título étnico. Las personas son salvas por la gracia del Señor Jesús y no por una disciplina de invocar a Dios por sus nombres hebreos. ¡Gracias a Dios por la fe y por un Padre que salva por su gracia — no por aprender hebreo!
Hechos de la historia y de la Biblia
La evidencia histórica impide que los cristianos del primer siglo usen nombres hebreos exclusivamente para referirse a la Deidad. Hay un común acuerdo en que el arameo era el idioma de Palestina en los días de Jesús. El arameo es considerado el idioma hermano del hebreo. Aquellos que hablaban arameo no podían seguir las Escrituras Hebreas cuando se leían en las sinagogas. Por lo tanto, las sinagogas nombraban turgems (“traductores”), quienes parafraseaban el hebreo al arameo cuando se leía.
Consideren la forma en que Jesús llamó al Padre cuando estaba en la cruz. En su traducción, Marcos reporta como Jesús imploraba en arameo: “Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani?” (que significa, ”Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” (15:34). Pero Mateo registra lo mismo, usando la palabra hebrea para Dios: “Eli, Eli, ¿lama sabachthani?” (27:46). Nuestro punto aquí es que usando el arameo Eloi (“Dios mío”) no es menos sagrado para el Espíritu Santo que usar el hebreo Eli.
El lenguaje común de los tiempos apostólicos era el griego. A medida que el cristianismo se esparcía a judíos que hablaban griego y después al mundo gentil, la Septuaginta, una traducción griega del Antiguo Testamento, era la Biblia que se usaba para predicar el evangelio. Puede que haya sido un mundo romano, pero el griego era el idioma prevaleciente del día. Las referencias griegas a la Deidad eran theos para Dios y kurios para Señor. La mayoría de las citas del Antiguo Testamento que aparecen en el Nuevo son de su traducción griega y no del texto hebreo. Por lo tanto, las referencias griegas a la Deidad eran comunmente usadas por los primeros cristianos, como se ve en los manuscritos griegos del Nuevo Testamento de donde nuestras Biblias en inglés se tradujeron. No vemos evidencia de una preferencia o insistencia en usar los nombres sagrados aquí.
En la presente era del evangelio, la importancia de una sola nación y lengua ha sido reemplazada por el deseo de Dios de ser adorado en espíritu y en verdad por todas las tribus y en toda lengua. En los días de Jesús, Jerusalén y el templo eran el centro de adoración. Pero ahora, ¡la verdadera adoración sucede en donde los creyentes estén y en cualquiera que sea su idioma! Hebreo, arameo palestino y griego, todos han dado paso a los idiomas de hoy en día. Jesús dijo:
“Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que viene la hora cuando ni en este monte [Samaria] ni en Jerusalén. . . . Pero viene la hora, y ya llegó, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca que lo adoren tales adoradores” (Juan 4:21, 23).
Los elementos esenciales de adoración son una fe verdadera en Dios y un compromiso personal de obedecerlo al seguir a Jesucristo. La fe que salva ya no está basada en un lenguaje o en un lugar.
Dios no hace acepción de personas; todos los creyentes están parados al mismo nivel ante su presencia, sin importar su nacionalidad, nivel social, género, o idioma. El apóstol Pablo reforzó estas enseñanzas cuando escribió, “Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe n Cristo Jesús. Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26-28).
La universalidad del evangelio es maravillosamente proclamada en una de las visiones de Juan el revelador: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste inmolado [Jesucristo]. Con tu sangre redimiste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación, y para nuestro Dios los hiciste reyes y sacerdotes . . .” (Apocalipsis 5:9, 10).
En todo el libro de Apocalipsis, los idiomas y lenguajes son referencia a las diversas personas que obedecen y adoran a Dios (7:9, 10) o, a los que se rebelan contra él y están condenados (13:7, 8; 17:1, 15). Claramente, la adoración verdadera de Dios trasciende la etnicidad y cualquier idioma específico.
Así como en el evento de Pentecostés, el libro de Apocalipsis demuestra la atracción del evangelio a todas las personas, sin importar su idioma. Por lo cual, el amor, la misericordia, el perdón, y la paciencia de Dios se han vuelto conocidos a todas las personas de todas las naciones y lenguas, sea que lo invoquen por su nombre hebreo o no. Las personas son inspiradas para invocar al Señor en arrepentimiento y para pedir perdón, para pedir ayuda en acción de gracias, por la misma razón que lo hicieron los patriarcas. Ellos conocen el amor y la gracia del Dios de su salvación. Es su persona y carácter, no su nombre, lo que importa.
Conclusión
El Antiguo Testamento contiene muchos nombres y títulos para la Deidad basados en la experiencia humana de su carácter revelado, Yahweh siendo el más personal y el que se usa con más frecuencia.
Es importante que los estudiantes de la Biblia entiendan por qué el nombre Yahweh está escondido en nuestra Biblia bajo el nombre “SEÑOR,” y que usar este nombre hebreo es bueno y está bien.
Pero la enseñanza y práctica de restringir las referencias a la Deidad (Padre e Hijo) a nombres y títulos exclusivamente hebreos no es justificable en las Escrituras. Los escritores del Nuevo Testamento no dieron señas de tal restricción cuando escribieron en griego o hablaron en arameo, y tampoco el Padre o el Hijo jamás reprendieron a nadie por no usarlos, o por pronunciar mal su nombre hebreo. Al contrario, muchos de sus siervos fieles y de confianza no lo conocían por su nombre Yahweh. Pero ellos, como nosotros, conocemos el inigualable carácter que ese nombre representa.
Hoy hemos conocido a Dios a través de su última y mejor revelación: Jesucristo, su Hijo, quien refleja perfectamente a su Padre: “Él es la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15); “Él es el resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen misma de lo que Dios es . . .” (Hebreos 1:3). “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9). Recibimos la salvación del Señor, no por invocarlo con uno u otro nombre en particular, sino porque creemos y lo seguimos por medio de la vida, amor, misericordia y ministerio de Cristo. Somos atraídos a él porque nos amó y nos salvó por su gracia cuando éramos pecadores (Romanos 5:8).
Apéndice: Nombres e Idiomas
¿Por qué el nombre Jesus (Ἰησοῦς en griego, transcrito Iesous; pronunciado /ee-ee-SOOS/) es un sustituto viable para el nombre hebreo Yeshua (o Yahshua o Yahoshua, etc.)? Porque los nombres cambian su forma y pronunciación cuando pasan de un idioma a otro. Esta es la verdad de muchos nombres. Charles en inglés, es Carlos en español; Joseph es José. El nombre Guillermo en español se ve y suena muy diferente de su homólogo en inglés, William.
Aún los nombres bíblicos han pasado por su propia transformación. Petros en griego es Peter en inglés y Pedro en español. Paulos es Paul o Pablo. Proveniente del hebreo, Miryam es Mariam en griego y Mary y Maria en inglés y español.
Aún los nombres de los profetas tienen variaciones. ¿Por qué el hebreo Eliyahu se escribe Elijah en el Antiguo Testamento en inglés pero Elias en el Nuevo? Porque ciertas reglas gramaticales y limitantes de la pronunciación cambian la forma de un nombre de un idioma a otro — de hebreo a griego, en este caso. En muchos casos, los nombres de hombre en griego terminan con as (ας).
Considere estos nombres:
Mattityahu (hebreo) es Maththaios en griego y Matthew en inglés.
Ya’akov es Iakobos en griego, pero James en inglés y Jacobo en español.
Bar-Talmai es Bartholomaios en griego y Bartholomew en inglés.
Yochanan es Ioannis y después John.
Bar-Nabba es Barnabas en griego, Barnabas en inglés, y Bernabé en español.
Podemos descubrir la versión en inglés del nombre de estos dos hombres en el libro de Hechos (5:1; 9:10) mirando las formas hebreas y griegas de su nombre común: Hananyah/Ἁνανίας (pista: la letra griega ν — “nee” — es una n en inglés y la ς es una s).
Cuando nos preparamos con esta información básica, podemos decir con confianza que Iesous (i.e.,
Jesus) es una interpretación apropiada del hebreo Yeshua. Pronounciando primero la forma griega — con la iota y eta hablado como un diptongo (ee-ee or yee — /yee-SOOS/) y después la forma hebrea Yeshua, nos dimos cuenta que las pronunciaciones son algo similar — probablemente acomodando la lengua griega al nombre hebreo. Los escritores de la Septuaginta atestiguan el uso de la forma griega del nombre de Jesús como lo usan en la traducción griega del Antiguo Testamento. Es una buena idea buscar los nombres de Joshua hijo de Nun y Jeshua el sumo sacerdote en este libro griego de la era pre – Cristiana
https://publications.cog7.org/tracts-books/tracts/biblical-studies/el-nombre-sagrado-de-dios/